lunes, 21 de marzo de 2011

Donde el Estado no llega

Recorrido por el corregimiento El Manzanillo, zona rural del municipio de Itagüí donde la pobreza, el ingreso de jóvenes a grupos armados ilegales y la contaminación ambiental son las principales problemáticas.

Por Johnatan Jesús Clavijo
johnatan1058@gmail.com

Caminando por las calles cercanas al Parque Principal de Itagüí, un niño de unos trece años camina con una navaja en la mano. De repente la abre y justo al paso de un hombre de edad hace el amague de acribillarlo por la espalda.

Pocos centímetros separaron el arma blanca del cuerpo de aquel anciano que quedó atónito ante la escena. Al pasar cerca a mí, el menor, con gafas oscuras de marco color verde y no precisamente andando en harapos, replica: “Tan bueno matar a todos estos hijueputas”. Quedo impávido.

Que un menor camine intimidante con un arma en sus manos, amenazando a diestra y siniestra, no puede ser sino el reflejo de una sociedad convulsionada. Precisamente el municipio de Itagüí en los últimos dos años ha ocupado el segundo lugar con mayor cantidad de muertes violentas en Antioquia, después de Medellín, y uno de los primeros lugares del país en cantidad de homicidios por cada cien mil habitantes. En el 2010 fueron 303 las personas que, según cifras de la Policía Nacional, fueron asesinadas en esta jurisdicción.

Precisamente me dirijo hacia el corregimiento El Manzanillo, zona rural de Itagüí. Este es uno de los lugares donde con mayor fuerza ha golpeado el látigo de la violencia. Para llegar allí hay que subir por las populares lomas que caracterizan la geografía urbana del Área Metropolitana del Valle de Aburrá

Al llegar, de inmediato se puede notar que las gentes del lugar son personas honestas, amables y alegres. Sin embargo, la población infantil y juvenil es mucha y las zonas de esparcimiento y recreación son pocas. La pobreza también se evidencia de primera mano. He aquí dos razones para pensar que este es el caldo de cultivo apropiado del que se han valido los señores del poder delincuencial para desangrar este territorio. Muchos jóvenes del lugar han caído por culpa de las balas que sus pares descargan durante las populares ‘plomaceras’ nocturnas, y diurnas algunas, que desde finales de 2010 han dejado de ocurrir, pero que antes eran el pan de cada día.

Como en todos los lugares donde la mayoría de construcciones son producto de una invasión la nomenclatura es casi imposible. Las calles mientras más alejadas en peor estado. Las ladrilleras del sector, motor industrial del sector y principal fuente de contaminación y sobreexplotación de los recursos medio ambientales, han decidido hacerle frente a la situación picando parte de su producción para prevenir los lodazales en temporada de lluvias.

Las problemáticas sociales y económicas del sector son desatendidas por una Administración que parece no mirar a su periferia. Antes de dotar de servicios públicos a la población, de la cual una buena proporción no cuenta con servicios de agua potable y luz eléctrica, prefiere hacer el avalúo catastral de las humildes casas para saber cuánto van a pagar el próximo año.

El corregimiento El Manzanillo es solo un ejemplo de la vida en las periferias cercanas a las grandes ciudades. Lugares donde las vidas rurales y urbanas se mezclan, ofreciendo un entrañable olor a campo que es irrumpido por la lenta pero firme llegada de la ciudad. Unos lugares donde el Estado es prácticamente inexistente y el poder no queda vacío.

Recorrido en fotografías