sábado, 24 de julio de 2010

De la niñez y la vida


Cómo no recordar la niñez. Los juegos infantiles, los amigos, la ausencia de responsabilidades o la nimiedad de éstas, en fin... la niñez es vivir la vida.

Sí. Nuestros problemas en esta etapa de la vida son mínimos y, aunque fuesen muy grandes, jamás tendríamos la capacidad de discernir su magnitud.

Disfrutar, reír, soñar, jugar, volar, caer, llorar, reír otra vez, pedir, dormir, madrugar, estudiar, hablar, saltar, jugar, reír, llorar... niñez.

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Recuerdo algunos casos de personas de la tercera edad que se empiezan a comportar como niños. Pensándolo bien, no estaría tan mal llegar a viejo y volver a ser niño. Ojalá esta "enfermedad" fuera obligatoria en nuestros últimos días de vida. Así, de ancianos tendríamos con quien jugar y cuando alguno de nuestros amiguítos partiera de este mundo, se diría simplemente que se cambió de casa y todo los demás "niños" lo creeríamos.

¡Ah! Qué delicia ser niño. Lástima que cuando seamos niños queramos ser jóvenes; cuando jóvenes, adultos; cuando adultos, jóvenes; y cuando viejos, niños.

Ello nos demuestra que el humano es tan extrañamente inconforme desde la cuna, que se rehúsa a irse de una vida de la cual reniega.

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Me pregunta que cuándo te das cuenta de que ya eres viejo... Se lo diré con acierto: en el momento en que miramos a un niño y reímos, con cierto desdén irónico y malicioso imperceptible hasta para nosotros mismos, al ver reflejado en él la inocencia que algún día tuvimos y que, con el paso de los años, hemos destruído.


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