lunes, 8 de junio de 2009

Unas calles pintadas con sangre



Es difícil creer que cualquier persona desconozca el estigma que se creó a partir de la palabra comuna. Y aunque este término signifique solamente una división administrativa que surge del gobierno local para la distribución y administración de los recursos, su definición en el espectro común de la sociedad va mucho más allá de una división territorial y ahonda en una época difícil a la que vagamente se le conoce como la época de la violencia.

Si partimos de una división político-administrativa el barrio Santo Domingo Savio pertenece a la comuna 1 de Medellín. Geográficamente está ubicado en el sector nororiental de la ciudad y es limitante con el municipio de Bello. Si hablamos desde un punto de vista social, tan sólo este barrio, para la mencionada época de la violencia, tenía más divisiones que todo Medellín y el Valle de Aburrá juntos. El problema para esos días eran los espacios, las gentes que me complacían, los territorios que me correspondían y la capacidad militar de dominar otros.

Pero, antes de continuar es importante revisar el contexto. Era la época de 1982 y el barrio estaba saliendo adelante. Las dificultades que habían surgido en el camino, cuando apenas y se estaba forjando, ahora eran solo unos obstáculos rebasados que quedarían atrás. Sin embargo, dos temas habían causado unas grietas gigantes en la estructura social de muchos de los habitantes del barrio: la pobreza y la exclusión.

Bajo estos dos cimientos se empezaron a construir unas juventudes que eran presa fácil de los vicios, del dinero fácil y los deseos de poder y reconocimientos. A su vez, Luis Enrique Gutiérrez menciona que había "milicianos que vinieron de otros lados a resguardarse aquí, a vivir aquí".

Este grupo de milicianos que se conformó en Santo Domingo Savio eran básicamente miembros del Ejercito Popular de Liberación, EPL y según, Luis Enrique, "ellos empezaron a acabar con gente indeseable: marihuaneros, ladronsitos...". Los primeros milicianos que llegaron venían de los municipios de Apartadó y Turbo y su principal fuente de ingresos eran las vacunas a los comerciantes, bajo el pretexto de la seguridad y el cuidado de sus locales. En este primer momento se puede hablar de una época en la que se evidencian unos ideales políticos que además responden al abandono estatal aplicando la ley bajo sus propios criterios.

Empero, frente a esos primero abusos y a las primeras muertes, se fueron tornando difíciles las situaciones y los que estaban siendo sometidos adoptaron un modelo de autodefensa bajo la idea de la protección de mi vida y la destrucción de la de mi enemigo.

Además de esta disputa, el narcotráfico fue uno de los factores más importantes que influyó en el desarrollo de este conflicto. Bajo esta fuente de dineros ilícitos, decenas de jóvenes desempleados y ávidos de dinero se rindieron fácilmente frente a cualquier asomo de poder que les dibujara un futuro mejor. Muchos se volvieron sicarios; otros apoyaban con algunas otras vueltas; y otros tantos se rodearon de este mundo a tal punto que terminaron por convertirse en jefes o capos de sus propios combos.

Todo ahora estaba sustentado en un ideal: La disputa de territorios. De ahí que las escenas de violencia eran reiterativas y dolorosas. Doña Celmira recuerda que "después de las seis de la tarde todas las puertas de las casas estaban cerradas, ya nadie salía de las casas a esa hora. Uno salía aquí a la puerta de la casa y ahí se podía uno encontrar un muerto. Inclusive a mi me daba mucho miedo salir a la tienda o mandar a alguno de los niños". También, pasar de un barrio a otro era entregar su vida en bandeja de plata a la muerte, pues para los diversos 'combos' todos eran enemigos y cualquier intruso podía ser un sapo.

Tras una época de continuos conflictos y disputas, los grupos paramilitares tomaron mayor auge y prácticamente despojaron de sus territorios a las milicias urbanas. Pero ahora el conflicto mutaba y se demostraba a partir de ataques entre los diversos grupos paramilitares de cada barrio, que querían hacerse con el control de los territorios.

Luego de los diferentes ataques de la Policía Nacional a los grandes líderes de las bandas y de los intentos continuos del Estado en recuperar el espacio perdido, poco a poco la violencia fue menguando y la cantidad de asesinatos disminuyó notablemente. Otro asunto de importancia fue la desmovilización de los grupos paramilitares, que condujo a la reducción de hombres armados, pues la presencia de estos grupos que ahora son denominados 'emergentes', es aún reconocible.

Escuche la entrevista con María Celmira Bustamante, habitante del barrio Santo Domingo Savio desde hace 43 años, quien vivió la muerte del hijo de Luis Enrique Bustamante en su propio hogar. Una narración desgarradora de un sólo fragmento de la violencia en la comuna 1 de Medellín:

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